En los últimos años ha comenzado a revertirse aquella situación que signaba al Chaco meridional como el agujero negro de la arqueología sudamericana, resultado de la ejecución constante y sostenida de proyectos interdisciplinarios. Así, y desde la etapa inicial, se propuso una regionalización, mantenida hasta el presente, utilizando criterios ecológico-culturales que permitieron identificar sectores: Subandino, Central y Ribereño Paraguay-Paraná (Braunstein et al. 2002). Además, en este último los resultados más recientes evidencian diferencias entre los sitios emplazados al sur y al norte de la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay (Lamenza et al. 2005). Esta variabilidad en el registro ha sido planteada como producto de diferenciación cultural en los sistemas sociales involucrados (Lamenza et al. 2006a).
Considerando que en el ámbito de las tierras bajas sudamericanas en general la cerámica representa una de las evidencias fundamentales para recomponer las formas de vida del pasado prehispánico, integrar la información derivada de este ítem diagnóstico y analizar, a través de él, las posibles vinculaciones entre los sitios arqueológicos, reviste particular importancia. Sus especiales características, abundancia, diversidad y amplia dispersión, conforman un excelente indicador de las relaciones dentro de un grupo humano en particular, tal como lo hemos establecido, así como entre grupos dentro de un marco témporo-espacial más amplio (Calandra et al. 2004).