Si hay una actividad humana en la que grandeza y servidumbre se unimismen venturosamente, ésa es la medicina. Los médicos son seres cuya vida está dedicada por entero a ayudar a vivir. Adivino la sonrisa irónica de quienes añaden por lo bajo, «y a ayudar a morir», y observo que el añadido es inútil por redundante y por pedestre. Morir no es solamente un verdadero acto filosófico como quería Novalis, sino, y también, morir es un verdadero acto vital. Ayudar a morir no es sino ayudar a vivir hasta el extremo. En ese trajín vivo y vital, los médicos casi no tienen tiempo de ver cómo viven ni cómo se desviven; la existencia les es tan hazañosa y tan afanosa que con cumplirla ya tienen bastante. Por eso es útil menester y saludable ejercicio que de vez en cuando nos detengamos a observar, tratando de ver qué es lo que miran los otros cuando nos miran. Eso es lo que intentaré hacer en estas páginas; si ellas contienen frecuentes citas de Osler y de Duhamel bien ha de estar; ellos, hondos y finos miradores de médicos, me han enseñado a mirarme y a mirarlos.