Transcurrieron cien años de la Reforma Universitaria de 1918, que nació en la provincia de Córdoba y que se extendió más allá de nuestras fronteras, a toda Latinoamérica.
Una Reforma que nos dejaría como legado el Manifiesto Liminar, que fue el puntapié para pensar una universidad para todos, desde una matriz laica y latinoamericanista y que nos enseñó a todos los que somos parte del sistema educativo que en realidad, “toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden”.
Una larga obra de amor a los que aprenden, como portadores del derecho a la educación. Un derecho inalienable, que quienes ejercemos el rol de la docencia no debemos perder de vista.