Lo asistido está cambiando la manera en que nos comportamos y relacionamos en nuestra vida cotidiana. Ha permeado de manera invisible áreas muy diversas de la vida humana. Así, ya no nos sorprende oír hablar de cuestiones tan variadas como, por ejemplo, el diseño asistido, la reproducción asistida, la conducción y navegación asistidas de vehículos, la muerte asistida, la traducción asistida, el aprendizaje asistido o la escritura asistida. Ahora, intentemos ver de qué hablamos cuando nos referimos a lo asistido.
La Real Academia Española, en la vigesimotercera edición de su Diccionario de la Lengua Española publicado en línea, indica, en la única acepción existente para asistido, que se trata de “algo que se hace con la ayuda de medios mecánicos”. La acción de asistir la define, en su segunda acepción, como “servir o atender a alguien, especialmente de un modo eventual o desempeñando tareas específicas” y en la cuarta, como “socorrer, favorecer, ayudar”. Es interesante notar que estas definiciones pueden compartirse en las diferentes redes sociales mediante los íconos correspondientes a estas, al pie de las entradas léxicas. Los medios sociales y los recursos tecnológicos en el sentido más amplio de esta palabra devienen, entonces, en facilitadores o ayudantes. Aquí vale la pena advertir, en palabras de José Van Dijck (2016), que en el caso de los medios sociales “[l]o que en este contexto se denomina ‘social’ es en realidad producto de input humano reconfigurado por output computacional, y viceversa: una combinación sociotécnica cuyos componentes cuesta mucho diferenciar” (p.32).