En 2015 se llevaron a cabo las primeras elecciones en las que las redes sociales tuvieron un rol protagónico en la construcción del discurso e imagen de los principales candidatos políticos, porque si bien Facebook y Twitter se habían utilizado en 2011 y 2013 como soporte de las campañas tradicionales, en las pasadas elecciones el eje de las mismas estuvo centrado en nuevas formas de participación política con las redes como epicentro, aprovechando que en Internet “ahora predomina una web de flujos, mucho más dinámica. Cada página es un contenedor alimentado por múltiples fuentes y usuarios. Hay diálogos, intercambios, interacción constante, comentarios, contenidos aportados por los propios usuarios. Las redes sociales particularmente son el ejemplo de ello. Es una web para ser escrita, no sólo para ser leída”. (Rost, 2011:103) y esta web participativa en la que los usuarios son cada vez más productores y no meros consumidores es el espacio en el que, como en otros ámbitos de la vida cotidiana, la política encuentra un espacio virtual hacia el que se traslada gran parte de las campañas.