Es frecuente en personas que inician el estudio formal del piano que, al realizar un acompañamiento armónico sobre dicho instrumento, prioricen el componente vertical (movimientos en bloque de los acordes) sin atender a los aspectos horizontales propios de la disposición de las voces dentro de cada acorde. Esto puede deberse a que todavía no cuentan con recursos motores y/o conceptuales para llevar adelante ésta tarea. La poca familiaridad de muchos de los estudiantes con el repertorio canónico con que se aborda el análisis de la conducción vocal (corales barrocos), así como con los aspectos de la lecto-escritura musical, genera una brecha entre la experiencia musical real y el nuevo concepto a construir que dificulta su aprendizaje. La brecha entre el análisis del texto musical y su puesta en acto para la construcción de acompañamientos instrumentales conducidos podría subsanarse recurriendo a los aportes de los modelos de la cognición musical corporeizada, los cuales consideran que el cuerpo cumple un rol fundamental en cómo se construye la experiencia (Leman,2008; Martínez, 2008). Las acciones corporales generan modelos anticipatorios que son la base de una ontología orientada por la acción (Leman, op. cit.; 2012; Pereira Ghiena y Martínez, 2011). La percatación consciente de los movimientos que se ponen en juego durante la ejecución puede ser una fuente de información para el análisis musical “al incorporar la kinesis de la ejecución instrumental, la cual funciona como una mnemotecnia de soporte” (Valles y Martínez, 2014; pp.s/d).