En las afueras de New Haven, rodeado del agreste reposo que desciende por las colinas de Hamden Connecticut entre los altos y finos árboles, reside con su hermana, el dramaturgo y novelista norteamericano Thornton Wilder.
Allí, junto al fuego del hogar, el fino escritor, con su gesto cordial y comunicativo, preside la velada de la que participan la sofisticada Marión Preminger —que dibuja un corazón en lugar de la “i” de su nombre— inteligente escritora que pasó dos años en Africa para estudiar las costumbres del país; el ensayista y profesor cubano de Yale University, José Arron y el joven estudioso Malcom Batchelor.
Conversamos sobre distintos temas y, oyéndome dialogar por momentos, en mi idioma, con el profesor Arron, comenta que el acento argentino le produce una grata y emotiva sensación musical y me pide que le recite algún poema. Así lo hago e insiste, con evidente pregusto, en oír otros. Aunque habla el idioma español con dificultad, lo lee y comprende perfectamente.