La lectura de "El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia" nos enfrenta con una publicación que guarda una relevancia notable en múltiples planos. En primer lugar el libro impacta por el estilo de escritura claro y no críptico que permite una transmisión sostenida en un estilo comunicacional fluido. De aquí se desprende una marca distintiva de esta producción, pues los sentidos no están encriptados en estructuras sintácticas enrevesadas, estrategia frecuentemente utilizada en la producción textual académica. Sin embargo, la transparencia y el carácter amigable con el que se deslizan las ideas no va en detrimento del valor académico ni de la densidad, profundidad y espesor de la trama conceptual propuesta. La organización secuenciada del libro avanza a un paso que respeta el ritmo de la claridad de las ideas. Del mismo modo, la intención del autor de delimitar categorías y jerarquizar ideas para una clara trasmisión de sus objetivos, hipótesis e indagaciones al respecto adquiere su punto máximo de decantación en esquemas y cuadros de síntesis que, al final de cada segmento del libro, organizan la información necesaria para relanzar la lectura.