América Latina es una de las regiones más desiguales del planeta en cuanto a la distribución de las riquezas. Uno de los grupos sociales que es alcanzado por esa desigualdad es el que reúne a las personas entre los 15 y los 24 años. Son jóvenes de bajos recursos que no tienen acceso a la educación, o empleos dignos y oportunidades para alcanzar un futuro para sí mismos. La situación que padecen de vulnerabilidad social los constituye como jóvenes propensos a la marginalidad, a la violencia, a la desocupación, exclusión y otras tantas carencias. En este caso particular tenemos en cuenta que “los jóvenes conforman un sector social que tiene características singulares psico-sociales, físicos y de identidad que requieren una atención especial por tratarse de un período de la vida donde se forma y consolida la personalidad, la adquisición de conocimientos, la seguridad personal y la proyección del futuro”, según lo establecido en el preámbulo de la Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes en el año 2005. En paralelo, el sistema carcelario generalmente es el lugar donde terminan las personas que no han tenido educación o ningún tipo de garantías que hagan a su dignidad. Y es en este lugar en que muchos jóvenes son expuestos por su condición de marginalidad social.