El lugar que históricamente ha padecido la educación artística en nuestra sociedad, está ligado en gran medida al desconocimiento por parte, no sólo de ésta, sino hasta de los mismos profesores, sobre qué es lo que el arte enseña. En una sociedad atravesada por la sobrevaloración de los campos de conocimiento lógico-matemáticos, la educación artística se entiende como un nexo para adquirir destrezas que sirvan como soporte del aprendizaje de otras materias. Relegando al arte a un lugar decorativo y prescindible en la currícula escolar. Los profesionales de la educación artística en su formación cuentan con pocas prácticas en el aula, lo que lleva en general, a que al pararse frente a una clase, desprovisto de herramientas pedagógico-didácticas, y sin demasiados espacios de investigación, revisión y reflexión sobre la práctica docente, reproduzcan lo que recuerden de su paso por la propia experiencia escolar, las cuales muchas veces favorecen a estos prejuicios sobre el campo de conocimiento artístico.