Los ensayos se organizan en torno a cuatro partes: I. Intervenciones, II. Economías, III. Representaciones, y IV. Pulsiones documentales, además de un prólogo, una introducción y un epílogo. En esos apartados se recortan con precisión problemas que se van desplegando según el modo en que fueron escritos los ensayos, entre 2005 y 2016 y que van marcando, la cito, el “tránsito que va del problema del realismo al de las lecturas del presente”, construyendo así un mapa de lectura y una suerte de cronología de las discusiones en torno a la problemática y a la aparición, cada vez novedosa, de una vocación por lo real de la literatura argentina. En el camino se ensayan también algunas de las lecturas más inteligentes de textos de Aira, Fabián Casas, Washington Cucurto, Incardona o Sergio Chejfec, así como discusiones precisas sobre las formas de leer de la crítica argentina —Kamenszain, Speranza, Aguilar, Horne, Avaro— que logran captar algo esencial de lo que estaba ocurriendo en la literatura y la crítica argentina de esos años. Pero además, el mapa razonado que traza Sandra en el libro entra y sale de la literatura para ponerla en discusión con otras prácticas que también se conectaron, de modo desviado o directo, incisivo o incómodo, con una preocupación por lo real, como el cine de Campusano o de León y Martínez, o el teatro de Romina Paula.