Con una tapa roja de cuero entelado y una sobria foto del escritor adolescente, leyendo una revista, la portada nos invita a un recorrido por la mejor tradición bibliofílica. El libro no tiene lomo; sus tapas y páginas están unidas por un hilo y parecen remedar un códice, como si el cuidado artesanal, el deleite por el ejemplar único, dejara, por añadidura, un regusto antiguo. Papel crema para los textos, papel blanco para las fotografías, sólo impresos en las páginas impares, con generosos blancos y tipografía hospitalaria, el libro es un conjunto de aciertos, en el que textos, imágenes y soporte material se han articulado en una armonía poco frecuente.