El MERCOSUR surgió de forma paradójica. Inspirado en el pensamiento desarrollista que influía a los gobiernos de Sarney (Brasil) y Alfonsín (Argentina) en la década de 1980 y pensado para constituir un bloque económico-político regional en un nuevo escenario internacional, su fundación en 1991 en plena efervescencia neoliberal auspiciada por el Consenso de Washington trocó su naturaleza para erigirse bajo el paradigma del ‘libre comercio’ y el llamado ‘regionalismo abierto’ de la CEPAL. El MERCOSUR proyectado como bloque bajo el paradigma de un regionalismo desarrollista –una línea dentro de lo que denomino regionalismo autónomo—, surgió finalmente como área de libre comercio inserta en el capitalismo transnacional. Aunque incluía una muy imperfecta unión aduanera y se resguardaron sectores estratégicos en los que tenían presencia los grupos económicos locales, el MERCOSUR devino en una expresión local-regional de la globalización neoliberal (Anderson, 2003), con predominancia financiera (Arrighi, 2001), en cuyo vértice se encuentran las clases y fuerzas dominantes de Estados Unidos y el Reino Unido.