Es notorio el incremento de los usos y aplicaciones de la llamada Internet de las Cosas (IoT por sus siglas en inglés). La razón de ser de esta plétora de tecnologías concurrentes permite la conexión de objetos de distinta naturaleza e índole, a través de Internet.
La incidencia de su uso sobre la humanidad se vislumbra como un cambio de paradigma al que ya la sociedad se está acostumbrando: no se sorprende ante la obtención de datos médicos en tiempo real por medio de dispositivos e-Health, el implante y uso de chips subcutáneos para la identificación y rastreo de personas, las zapatillas con GPS o las heladeras que hacen el pedido al supermercado de la mercadería faltante, entre otros aparatos. La tecnología IoT va penetrando en el entorno humano y todo hace pensar que esto recién es el principio.
Sin embargo de la mayoría de las personas ignora que por la propia naturaleza de estos dispositivos -que deben llevar adelante su tarea en contextos reducidos en tamaño, potencia de cómputo, consumo eléctrico, tamaño de las baterías, cantidad de memoria asignada, entre otras limitaciones- se detecta una reducción de la seguridad y privacidad de las comunicaciones y datos que se transmiten, procesan y almacenan. Incluso existen dispositivos que carecen completamente de ellas.
Es por ello que este proyecto propone llevar adelante el estudio de algoritmos pertenecientes a la llamada Criptografía Liviana, los que por su diseño pueden ser ejecutados en este tipo de dispositivos.