Al agradecer el honor que se me ha conferido, un sentimiento del deber futuro acicatea el pensamiento para que exprese cuánto favorece a este recipiendario el hecho de que, en este año de 1959, conmemoramos el centenario de la aparición, en forma de libro, de volumen al acceso del público, de la obra de Charles Darwin: El origen de las especies por medio de la selección natural”. Habíamos rememorado el año último el centenario de la presentación simultánea por Darwin y por Alfred R. Wallace a la Sociedad Linneana de Londres, del Ensayo o resumen titulado Sobre la tendencia de las especies a formar variedades: y de la perpetuación de las variedades y especies, pero el resumen de Darwin era solamente el correspondiente a un capítulo titulado Sobre la variación de los seres orgánicos en un estado de naturaleza; sobre los medios naturales de selección; sobre la comparación de las razas domésticas y las especies verdaderas”, mientras que el de Wallace ilevaba este acápite: Sobre la tendencia de las variedades a apartarse indefinidamente del tipo original. Estas citaciones un poco minuciosas las traigo a presencia para situar el tema originario, pues el siglo pasado, con el supuesto “darwinismo” (que Charles Darwin siempre rechazó), desplazó el asunto objetivo a un interés polémico subjetivo. Darwin y Wallace habían concebido la misma teoría con independencia de escenario, de métodos y de proceso mental; pero, noblemente aunados para el adelanto científico, entregaron al gran geólogo Lyell el ensayo conjunto para su presentación a la Sociedad Linneana.