Mi experiencia de teatro en mi paso por la secundaria fue simplemente leer. Lecturas muchas veces fervientes, comprometidas, pero lecturas al fin. Texto y cuerpo en la silla. Hoy, como docente, cada vez me resulta más incómoda esa quietud impuesta, fundamentalmente si vamos a trabajar un texto dramático (como le llamamos en la escuela). Cuando comencé a vivir la escena de una forma personal, empecé también a tener ganas de hacer otra cosa en el aula, pero no sabía qué.