En este trabajo nos interesa fijar una posición que se distancia tanto de los estudios que o bien formulan críticas destempladas contra la escolarización de las producciones culturales digitales -es decir, su neutralización y traducción en un saber cerrado, formulaico, enciclopédico, sujeto a la lógica transaccional de la calificación e impartido por un docente que se ubica como centro privativo de la clase (Cuban, 2003)- y las prácticas de referencia a ellas asociadas, o bien saludan el inevitable cambio de la escuela a manos de una supuesta revolución tecnológica que lo transformará todo (Davidenkoff, 2014), a pesar de las resistencias interpuestas por las viejas lógicas modernas de una escuela forjada al calor de las pautas de la sociedad industrial. Aquí, en cambio, queremos profundizar otra línea de reflexión que rescata el rol fundamental y necesario del docente como intermediario entre la cultura escolar y la digital, al mismo tiempo que recupera el sentido de la escolarización, entendida como el “proceso de traducción y especialización de los lenguajes que estuvo a la base del curriculum moderno” (Dussel, 2014, p. 16) y que permite asignarle a la institución educativa un lugar relativamente autónomo, a la vez que crítico y transformador respecto de la sociedad en la que está inmersa y de sus formas de construir conocimiento.