En virtud de un mandato estatutario, tócame el insigne honor de inaugurar el curso lectivo de 1963, presidir la entrega de diplomas a los profesores, dar la bienvenida a los estudiantes que ingresan bajo la advocación auspiciosa de la conmemoración del centenario del nacimiento de una figura prócer, rodeada de la aureola de fundador, organizador y animador de esta casa de altos estudios, según me complazco en repetir. Inauguración promisoria por venir a honrar y enaltecer al patricio en su santuario en este año declarado Gonzaliano por el Consejo Superior, como un acto de justicia histórica, dispuestos a celebrarlo jubilosamente no extinguido aún el eco de los homenajes tributados en Nonogasta, cuna de su nacimiento, en Samay Huasi, lugar predilecto de sus meditaciones y de su reposo y en Chilecito, donde yacen sus restos.