Un grupo de alumnos espera a los profesores en las mesas de examen de diciembre. No aprobaron Lengua y Literatura de 3° año. También deben rendir otras materias, e incluso la misma asignatura de años anteriores. Hay nervios. Si no aprueban repiten. Todos los demás avanzarán, egresarán, mientras este grupo puede ser condenado a repetir las mismas materias, los mismos profesores, las mismas clases, repetir un año entero como si fuera un loop, repetir 365 días de vida mientras el mundo entero sigue su curso. Es la peor pesadilla. La angustia se vuelve cada vez más pesada. Para distraerse, alguien saca un tema de conversación, algo que aleje la tortura, que dé aire. Llega una de las profesoras que les tomará el examen. La docente se encuentra con estudiantes que conversan con entusiasmo sobre libros, sagas y autores. Intenta participar de la charla. Se mencionan términos que ella desconoce por completo: “Wattpad”, “Fanfiction”, “Booktubers”. Descubre que leen y escriben ficciones en sitios de internet, que comparten sus gustos y participan en foros que debaten sobre libros. ¿Por qué no habían promocionado la materia y sin embargo disfrutaban enormemente de la literatura? ¿Cuáles eran esas experiencias literarias que estaban llevando a cabo al margen de la propuesta escolar? La docente les comenta el hecho a sus colegas y ninguno sabe de qué les está hablando, pero consulta a alumnos de otros cursos y revela que todos conocen esos sitios y la mayoría los frecuenta.
Con el correr de los años, esos sitios de internet y aquellas sagas se han vuelto más populares, y la literatura juvenil tuvo un crecimiento sorprendente. Los estudiantes han desarrollado otras prácticas de lectura que les permitieron encontrar resquicios para fundar espacios nuevos (Pineau, 2007). Propongo abordar esta discusión desde las formas de apropiación y experiencias de los propios actores, que resultan inescindibles de dos aristas transversales: las nuevas tecnologías y la industria editorial. Me interesa comprender de qué manera estos cambios son autopercibidos y cómo se constituyen las identidades dotando de sentido estos acercamientos a la literatura. Como educadores, es indispensable no dejar de interrogarnos por los complejos vínculos de la escuela con las culturas escritas (Lahire, 2009) y conocer las nuevas vivencias que nuestros alumnos están desarrollando con la literatura, aprender de ellos, pensar de qué manera acompañarlos.