La altura es un atributo de la música que ha sido privilegiado en notación musical occidental, y tiene sus inicios en las escrituras neumáticas del s. VIII y IX. Desde entonces, la altura ha sido representada en el eje vertical, con la relación agudo-arriba y grave-abajo. Sin embargo, no hay suficiente evidencia que permita asegurar si se trata de una relación analógica o arbitraria, y tampoco hay evidencia acerca del modo en que esas relaciones se construyen durante el proceso de adquisición de la notación. Los estudios desarrollados en psicología de la música en los años 80, por Davidson y Scripp (1988, 1989) mostraban que los niños accedían a la representación de la altura de modo espontáneo, sin embargo, esa perspectiva hoy resulta muy discutida.En algunos instrumentos los músicos no encuentran este correlato agudo-arriba y grave-abajo. Por ejemplo, en el piano, los sonidos graves están a la izquierda, mientras que los sonidos agudos están a la derecha; en el arpa esta relación es agudo-adelante y grave-atrás. Incluso, algunos instrumentos tienen una realidad que resulta contraria a ese modo de representación, por ejemplo, en el violoncelo, las notas más agudas están abajo y las más graves arriba, y lo mismo ocurre con las cuerdas de la guitarra. Es decir que algunos instrumentistas podrían desarrollar una representación que resulta contraria a la que propone la notación musical.En un estudio realizado en niños no videntes y sin conocimientos musicales específicos, Herrera (2014) analizó la correspondencia entre la orientación en el plano vertical y los movimientos sonoros a través de la relación que hacían los niños entre descripciones verbales de acciones (sube la escalera, baja por el tobogán) y sonidos (ascendente continuo y discreto; descendentes continuo y discreto). El estudio permitió advertir algunas correspondencias, especialmente entre el movimiento sugerido y el sonido (subir la escalera, con sonido discreto) pero las mismas no fueron contundentes en la relación entre la direccionalidad del movimiento y la direccionalidad del sonido (sube la escalera, con sonidos ascendentes). Por otra parte, a partir de la experiencia docente con estudiantes adultos que ingresan a la universidad, y tienen un desarrollo importante de habilidades de ejecución vocal o instrumental pero no han adquirido la notación musical, observamos que el problema de representar las alturas en el pentagrama no se reduce a la orientación agudo-arriba, grave-abajo. En las transcripciones iniciales también se observan dificultades para separar la altura de los demás atributos al momento de la representación.Surgen entonces el interés por abordar el problema de la representación de la altura como un proceso constructivo que permita dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿cómo representan la altura los sujetos en etapas iniciales de la adquisición de la notación musical? ¿qué aspectos consideran? ¿qué criterios de diferenciación establecen? ¿qué otros atributos (además de la altura) se ponen en juego? ¿cómo explican sus decisiones?