Para transformar este presente que ahora debemos medir y conocer, y alcanzar ese futuro, tan querible como necesariamente posible, no es suficiente saber donde estamos y a dónde queremos ir, es necesario saber cómo llegar, cuál es el camino más corto y cuál es el vehículo adecuado, es necesario contar con una estrategia.
Sin objetivos comunes claros y concretos y sin una estrategia que nos permita alcanzarlos deambularemos entre la casualidad, la frustración y la disconformidad.
Es necesario que la Comunidad defina sus objetivos y cuente con una estrategia de desarrollo local que le permita alcanzarlos y consolidarlos, y esta estrategia deberá contemplar y articular a cada uno de los sectores económicos que componen la actividad local, sus ventajas comparativas, las dificultades que tienen que superar para poder potenciarlas, en qué es posible crecer y en qué tendremos las menores posibilidades. Pero, fundamentalmente, deberá contemplar y articular la estructura social y ambiental que soporta e integra a esos sectores económicos y define la calidad de vida aspirada en nuestro territorio y para nuestra gente; deberá entender y responder a las prioridades de cada porción de nuestra Comunidad, no sólo en el trabajo, sino también en la vivienda, los servicios de infraestructura, la salud, la educación, la seguridad o en la recreación.
La calidad del ambiente, en su más amplio significado (físico, social y económico), dimensiona el verdadero progreso y el ritmo de su evolución, entonces, definirá nuestro futuro.