Por mucho que el historiador se sumerja en el pasado y se identifique con él hasta la sustracción y el olvido del presente, su espíritu trabaja constantemente para encontrar allí un vínculo con su propio tiempo. En el historiador auténtico hay siempre un hilo de oro que enlaza las cosas de precio de su posesión actual con los viejos tesoros que pone al descubierto. A este alto sentido del menester histórico responden los Legados. Lo que debemos a Grecia, Roma, Israel, la Edad Media, el Islam y la India, ha sido expuesto en otros tantos volúmenes siguiendo directivas que los enlaza en línea de unidad. El legado del Egipto, que ahora se añade a la serie, ha sido elaborado según lincamientos que responden al estado actual de la Egiptología, disciplina todavía demasiado joven como para haber trascendido de los círculos especializados y logrado ciudadanía en el mundo culto en general. Esa misma juventud afecta también a la Egiptología como posesión de los egiptólogos y en este hecho radican, sin duda, algunas de las limitaciones de la obra.