Ubiquémoslo al historiógrafo francés, en un momento especial de la pasada centuria, caracterizado por un sugestivo y continuo perfeccionarse de la ciencia histórica. Atrás quedaban las etapas —no por lejanas en el tiempo— del iluminismo racionalista, de los románticos y liberales, a quienes siguieron, entremezclándose a veces con ellos, los cultores del color focal y del subjetivismo. Primaban, en cambio, muy bonificadas, las ideas y los métodos de Niebuhr y Ranke. Poco más tarde, merced a su aporte y el de algunos sucesores, quienes entonces cultivaron a Clío, tuvieron ya estabilizada su disciplina, con una metodología propia y ciencias auxiliares, que permitían llegar a una certeza bastante halagüeña.