La utilización de productos fitosanitarios en la producción de alimentos ha sido desde hace mucho tiempo una herramienta utilizada dentro de los esquemas productivos en general, tanto en cultivos extensivos, como en intensivos, pasando por las aromáticas/especias, industriales, hasta los cultivos regionales como la yerba mate. La demanda creciente de alimentos, las exigencias de los mercados y la toma de conciencia por parte de los consumidores (quienes relacionan cada vez más la ingesta de alimentos con aspectos de su salud) hacen necesario un manejo racional y ambientalmente sostenible de las herramientas químicas para el control de plagas, malezas y enfermedades de los cultivos. Entre los atributos que conforman los aspectos de calidad e inocuidad de los productos de origen vegetal se destaca el cumplimiento de los Límites Máximos de Residuos (LMR) permitidos por la legislación. Estos límites son estándares que garantizan la inocuidad (en lo que a residuos de fitosanitarios se refiere) desde la finca y atravesando toda la cadena hasta el consumidor. El buen uso de un fitosanitario forma parte de los estándares a los que se debiera arribar para el logro de la inocuidad de los alimentos. En este contexto, la adecuación a las BPA se torna, imprescindible. La regulación en Buenas Prácticas Agrícolas desde organismos públicos de control mejora la calidad de los productos destinados a consumo humano. La investigación, desarrollo y control desde los organismos estatales provee recomendaciones específicas para cada cultivo y sistema productivo con relevancia en seguridad alimentaria.