El exhaustivo libro de Miguel Angel Scenna sobre la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires en 1871 registra el origen trágico de dispositivo sanitario que todavía hoy sigue sin resolver el problema de la organización terapéutica de todo aquello que el desarrollo del saber médico propone. Antes de 1871 la viruela (y hasta la escarlatina, la rubeola, la disentería, la fiebre tifoidea, la gastroenteritis) podían producir epidemias mortales.
Durante la fiebre amarilla, en seis meses, se cuentan más de trece mil muertos: la municipalidad despierta, entonces, y comienza el equipamiento sanitario. Hasta ese momento no había limpieza, ni cloacas: las calles estaban tapadas de basura y se transformaban, con las lluvias, en lagunas de agua estancada.