Orestes, representada en el año 408 a. C., dos años antes de la muerte de Eurípides, constituye uno de los más claros exponentes, definidores de la peculiar tendencia compositiva del dramaturgo. En efecto, las profundas contrariedades de su época son expuestas, reinterpretadas y explicadas literariamente a través de las superficiales contradicciones de su tragedia. De este modo, su arte se vuelve diégesis del ambiente moral, social y político en que le fue dado existir y ofrece una alternativa frente a la latente autodestrucción de la pólis. La opción vive en la revalorización del concepto contenido en el verso 396 de la pieza y el recurso utilizado por Eurípides para subrayar su importancia es el sparagmós del argumento y de la estructura trágicos.