Mi paso por la carrera de Profesorado de Artes Plásticas con orientación en Grabado y arte impreso concluyó hace casi once años. Después de terminar esa etapa mi vida familiar fue mi principal ocupación. Durante varios años me dediqué a ser esposa y madre, convencida de que la presencia materna en esos primeros años de la vida de mis hijos era irremplazable. Lejos de empobrecerme la maternidad me hizo crecer, me enriqueció enormemente. Me fortaleció, me dio una nueva mirada sobre el mundo, sobre mí misma y también sobre la obra estética. Retomar mi camino en el arte significó retroceder en el tiempo, buscar nuevamente lo que me motivó alguna vez, lo que me enamoró del grabado, y poder enlazarlo conmigo en el presente. Volver a conectarme con la producción artística implicó volver a encontrar una parte de mí, que con gran alegría redescubrí enriquecida con los años intensos de maternidad y crianza. En estas mujeres que elegí representar me encuentro también, me veo reflejada, ellas me invitan a reflexionar sobre la vida, los demás y sobre mí misma. Sus retratos fueron una doble búsqueda: una de ellas, más personal, que me llevó a pensar sobre mi vida; y la otra, una búsqueda artística que me hizo volver a situarme en el hacer. En estas obras quise lograr que las imágenes surgieran del papel, que como me sucedió a mí,también los espectadores se sientan invitados a mirar, a observar, detenerse: pensar y pensarse, encontrarse a sí mismos. Los motivos que elegí son algunas mujeres que llamaron mi atención de los diversos relatos bíblicos. La fe es un aspecto esencial en mi vida. Por esta razón estas mujeres están naturalmente enraizadas en mi memoria, me resultan familiares, puedo situarme en sus historias, y me atrajo la idea de poder representarlas. Personalmente al analizar el relato bíblico de esas escenas descubro mujeres de una gran personalidad, portadoras de numerosas cualidades femeninas. Quiero ser de algún modo cada una de ellas, aprender algo, parecerme en algo, identificarme con ellas.