Villa Elvira es inmensa. De una inmensidad creciente. Late en cada cuadra que transitamos. La percepción de un territorio vivo, lleno de niños/as y jóvenes, de casas que se levantan, de historias postergadas, de trayectorias múltiples, luchas comunes y diversas. Dilemas que retornan y se agudizan en su existencia profunda. La cuestión del trabajo, la vivienda, la salud, las identidades, el estado de sus calles, sus espacios de encuentro, religiosidades, instituciones, la presencia del arroyo Maldonado.
Los flujos de las nuevas y viejas migraciones. Los tantos barrios que habitan y se cruzan en las escasas avenidas de acceso y que muestran y ocultan sus fronteras. Diría John Berger pensando la lengua como territorio: “el territorio de esta criatura es tanto lo inarticulado como lo articulado”, y tal como la lengua que no puede “reducirse a un diccionario o a una reserva de palabras y de frases”, el territorio de Villa Elvira no arriba a conclusiones, aproxima comienzos y la posibilidad de plantear problemas centrales. La intención de este número es poder escuchar esa polifonía de voces, compartir esencialmente preguntas acerca de las formas de organización que se manifiestan, las experiencias de larga o incipiente trayectoria, los aportes sostenidos que realiza la FTS en el barrio, direccionando sus prácticas de formación profesional, sin disociarlas de otras experiencias fundamentales como son el carácter investigativo y la extensión universitaria. En las páginas siguientes pueden visibilizarse notas y fragmentos que no pueden reducirse sólo a estas notas y fragmentos. Faltan muchísimos interlocutores/as que abonan cotidianamente a un trabajo social, a una vida más digna.