Busque entre los 166288 recursos disponibles en el repositorio
La presente Tesis de Grado es la continuación y la profundización en la investigación de un tema y de una metodología que ya se viene desarrollando en mi producción plástica. Los encuentros en mi pueblo natal, Ayacucho, en la Provincia de Buenos Aires, constituyen el puntapié inicial con el cual se comienzan a gestar mis proyectos artísticos. El regreso como visitante a mi pueblo y a los hogares donde crecí me lleva a encontrar el acompañamiento de mis padres y mis abuelos que puedo reinterpretar desde la producción de imágenes. La posición como visitante me permite escuchar y observar desde otra mirada — una mirada que aporta la producción artística—, las conversaciones sobre las plantas, sus características y cuidados; y el lugar que ocupan en los intercambios y los regalos. En estos encuentros con mis familiares registro las conversaciones con un grabador y fotografío sus hogares y sus jardines. De esta manera, llevo conmigo fotos y voces que cuentan historias y anécdotas. Es aquí, en mi hogar de La Plata donde concluye el recorrido, mi vivencia en esta ciudad, siendo ésta también parte de las experiencias narradas. Los procesos de cambio que voy atravesando, cómo voy creciendo y desarrollando personalmente una identidad. La incertidumbre e inestabilidad que voy afrontando. La búsqueda de independencia, la convivencia, y la construcción de mi espacio y cuidado propio; la presencia, cercanía y acompañamiento de mi familia se trasplanta en mi entorno cotidiano, a través de las plantas que llegan acompañadas de regalos y de cartas. Cuando visito los hogares, redescubro sus interiores, jardines e historias. En el caso de mi abuelo, puedo observar y registrar cómo utiliza diferentes elementos para cuidar sus plantas en el exterior del hogar. Las ata, las une y guía su camino. Diversas estructuras sirven de apoyo y sostén para que crezcan, produciéndose un entramado de plantas, lazos y tutores. Mientras conversamos en el jardín, me relata historias acerca de las plantas, que incluyen datos sobre su procedencia, sus usos para la cocina y la estación apropiada para sembrar cada una de ellas. Habitualmente, corta dalias para su florero y también me obsequia algunas para que me lleve a La Plata, y durante la estación en la que se cosechan, me regala varios zapallos, haciéndolos llegar a través de mi padre. Por parte de mi abuela, puedo observar y registrar cómo crea escenas con varios grupos de plantas en el interior de su hogar. Estas se apoyan en diferentes estructuras, y cerca de las ventanas donde entra la luz. Las plantas están ubicadas a modo de exhibición museística a lo largo de su pasillo, y en nuestros encuentros ella suele relatarme, a la manera de una guía turística, la historia biográfica de cada una. Mientras ata los hijitos del lazo de amor a un tutor y remueve su tierra, me cuenta qué amiga o pariente se la regaló, en qué momento y cómo hay que cuidarla. A la vez me aconseja sobre qué plantas pueden vivir en el interior y cuáles en el exterior del hogar, ya que no es recomendable, en algunos casos, cambiar las plantas de lugar o moverlas a la intemperie. También, al observar el patio desde la ventana, me cuenta que va a darme gajos de malvones, pero más adelante, porque todavía no es el tiempo. La práctica artística me permite construir nuevas analogías entre las acciones de la vida cotidiana de mis abuelos en su hogar, como el cuidado de las plantas y su traslado, y la transmisión de sentimientos, vínculos afectivos y lazos que son, también, lazos de amor. En conexión con esto, Nicolás Bourriaud (2008), en su texto Estética relacional, nos explica que producir una forma nueva en el terreno de la imaginación artística consiste en crear nuevos encuentros. Cada obra de arte pasa por un estado de mundo viable, “porque hace que se encuentren elementos hasta entonces separados” (2008: 20). De esta manera, puedo relacionar, o mejor dicho, producir un encuentro, entre esos actos cotidianos en torno a las plantas y la vida de las personas en relación con el paso del tiempo, este último como factor de cambios en ellos mismos y en sus vínculos. Al igual que una planta, las personas crecen, cambian, se desaniman, caen y levantan. Al cuidarlas y sostenerlas las ayudamos para que no se caigan; a través de guías, tutores e hilos, generamos el avance, el crecimiento, la fortaleza. Al igual que una persona, las plantas se mueven de un lugar a otro, y se reproducen al trasplantar sus hijuelos y sus memorias a diferentes sitios. Viven, florecen, y con el tiempo, van requiriendo distintos cuidados.