El arte siempre es político. Tanto por el trabajo material en el artesanado de las formas que practican los artistas así como por sus modos de circulación y por las formas de torsión de los sentidos que se vuelven difusos o cristalizados en un estado histórico de la sociedad.
La literatura, el arte, el teatro, representan no tanto hechos reales sino las formas que adopta la imaginación en un contexto histórico dado. En ese sentido, pensar la reposición conjunta que se está dando en este momento en el marco del circuito oficial de teatro de la Ciudad de Buenos Aires puede dar cuenta de aspectos parciales pero sin duda importantes del estado de la imaginación contemporánea. Y cuando decimos “imaginación” decimos mucho: formas de entender el mundo, temores, certezas y aspiraciones que organizan nuestras prácticas.
La coincidencia llama la atención: se da en este momento la reposición simultánea de dos de los grandes clásicos del teatro occidental. A principios de abril se estrenó Hamlet, de William Shakespeare, en la sala principal del Teatro San Martín y a finales del mismo mes tuvo su estreno Edipo Rey, de Sófocles, también en la sala principal del Teatro Nacional Cervantes. El primero con dirección de Rubén Szuchmacher y el segundo bajo la dirección de Cristina Banegas ¿Qué hace que dos compañías -elenco, director, directora, colaboradores, equipos técnicos, directivos estatales- busquen simultáneamente recrear estos tan revisitados textos? ¿Qué nos dice esta coincidencia? ¿Qué estados de la imaginación se dejan ver en ella?