La comedia de Aristófanes, quiza como ninguna otra manifestación literaria antigua, incorpora a la ficción del drama las ansiedades del autor acerca de la recepción de su obra y hace de ellas un tópico discursivo que la caracteriza. Crea un tipo especial de espectador modelo - ideal y explicito -, un auténtico spectator in fabula, construcción textual ele la ficción dramática a expensas del espectador empírico, pero de ningún modo confundido con él. El sistema de imágenes que lo describe, lo presenta fraccionado en dos componentes inconciliables: un público inteligente y sofisticado, en oposición al grueso de los espectadores, incapaces de estar a la altura de un elevado empeño poético. Impone, de este modo, el autor, un paradigma axiológico al servicio de su propia alabanza. Sin embargo, en pos del éxito y la aprobación, Aristófanes se vio obligado a acoger también a los espectadores vulgares, sin abandonar elel todo a los expertos. Juzgamos que esta decisión se deja ver en la factura de sus últimos dramas. En este marco, las ambivalencias, contradicciones y ambigüedades compositivas pueden leerse como correlato de la también heterogénea imagen de los espectadores.