“Mírame transparentemente...” Así concluye la “Epístola a la señora de Leopoldo Lugones”. ¿Podemos realmente soslayar las anfractuosidades de sonoridad y sintaxis en esta imagen aparentemente llana y tan limitada a la cotidianidad del artista, del poeta mayor en lengua castellana como lo era Darío cuando escribe el poema?, decía yo en un artículo anterior sobre el tema (ver Leer 119-130), y agregaba: ¿cómo podemos interpretar una expresión de la intimidad tan ceñida a las modulaciones de la ironía, la parodia y el sarcasmo, configurada además siguiendo de cerca modelos de larga tradición culta? ¿Hasta dónde podemos ampararnos en estos rasgos para concluir que estamos ante la reversión firme del sostenido cosmopolitismo de Darío en un peregrinaje carente de sentido, dejando de lado el tratamiento tan diverso de esta cuestión en textos de sus últimos años?