El nombre de Michael Sprinker seguramente resonará entre los lectores con algún tipo de conocimiento de los vínculos entre marxismo y deconstrucción. Convencido del potencial que la lectura derridiana entrañaba para una reapropiación de la tradición marxista, Sprinker fue el propiciador de instancias que favorecieron el diálogo entre ambos corpus teóricos. A fines de la década de 1980, al calor del impacto de la deconstrucción en la academia estadounidense, Sprinker logró que Derrida se explayara acerca de su lectura de Marx y sus vínculos con el marxismo francés, fundamentalmente en su vertiente althusseriana.