Dejó caer el hacha en un ángulo que, visto desde el público, parecía perpendicular al tronco. Pero se notaba que no, al ver desprenderse el pedazo de madera con forma de tajada de melón. Se había colocado de espaldas a sus tres contrincantes. Concentraba la vista en el punto exacto del tronco en el que tenía que caer el filo. Aprovechaba el peso del hacha para dar el golpe, porque no podía competir en fuerza con esos muchachones.