Desde los primeros estudios dedicados al fabliau, los críticos han tratado de delimitar el espacio cultural que les correspondía en el floreciente universo de la literatura francesa medieval. Joseph Bedier (Les fabliaux) los conectó directamente con el desarrollo de la burguesía, entendió que habían sido escritos para esparcimiento de los ricos comerciantes que en siglo XIII se imponían en la sociedad francesa. Más tarde Rychner (Contribution) y Nykrog (Les fabliaux) matizaron la afirmación categórica de Bedier a partir del hallazgo en los mismos textos de alusiones variadas y contrapuestas sobre la forma de recepción de los fabliaux y también acerca de la condición social de ese receptor. El primer lugar donde se pueden cuestionar los postulados de la crítica tradicional es el propio fabliau: el hecho de que en ocasiones el narrador se dirija a la nobleza determina que no existen razones apriorísticas para excluir estos textos de un circuito cortés, sino que pueden ser entendidos dentro de ese mismo circuito en tanto representantes de una distinta funcionalidad en el mismo sistema genérico que comparten con la épica o la novela.
Partiendo, así, de la premisa de que no hay una correspondencia estricta entre un género y un público determinado, el fabliau, al igual que otras manifestaciones culturales de la Edad Media, parece haber gozado de un público heterogéneo procedente de diversas clases sociales. Por lo tanto, consideramos que resulta más clarificador para penetrar la esencia del género abandonar el esquema de confrontaciones y focalizar estos textos desde el análisis del espacio innovador en el que se desarrollan las acciones: la ciudad.