Me propongo recordar de modo formulario lo que para especialistas en el problema “intelectuales” son seguramente lugares comunes, presupuestos crítico-historiográficos del tema (me refiero al carácter colectivo de la noción, a dos de sus propiedades –responsabilidad y representación– y a una de sus tradiciones más próximas a nosotros, la de “la ciudad letrada”).A partir de ese repaso, intento esbozar algunas conjeturas más o menos situadas a propósito de un episodio y de un libro imantados por Cuba y la Revolución Cubana (me refiero al ensayo de Jean Franco de 2002, y a la ruptura del Consejo Editor de Punto de vista en 2004)