En los trabajos de recuperación y puesta en valor de edificios históricos o monumentos pertenecientes al patrimonio cultural de una nación o región, la limpieza de las superficies cobra un interés particular.
Esta es una operación delicada e irreversible que no da la posibilidad de corregir errores y puede dañar irreparablemente las superficies, y se debe afrontar con todas las precauciones indispensables (Lorenzi y Tabasso, 1986):
* El proceso de limpieza debe ser controlable en cada fase, graduable y selectivo (se debe poder eliminar exactamente lo que se desea, es decir, los diferentes tipos de suciedad).
* No debe originar sustancias agresivas para la durabilidad y conservación de las superficies (por ej, sales solubles o expansivas).
* No debe producir modificaciones, microfracturas o fuertes abrasiones sobre la superficie limpia, lo que puede acelerar el deterioro por aumento de la porosidad superficial. Debe recordarse que todos los procesos físico-químicos de alteración de los materiales se encuentran directamente vinculados a la porosidad, en particular con la porosidad abierta o interactuante con el medio externo.