El 19 de mayo de 1845, en carta a los señores editores del diario El Progreso de Santiago de Chile, solicitaba Sarmiente, con singular premura, que le franquearan las columnas del folletín para dar a publicidad su Vida de Quiroga, explicando por una inquietud del momento la rapidez con que había trazado un cuadro que esperaba presentar algún día tan acabado como le fuera posible. Detrás de la urgencia, existían fuertes motivos prácticos que no toleraban dilación: presencia de un enviado de Rosas en el horizonte chileno, anuncios de “comprar prensas y ganar escritores” para la causa federal, alusiones de “escritores impertinentes” a un clima de efervescencia que trataban de crear los proscriptos argentinos para predisponer a Chile contra Rosas y, en respuesta a todo ello, la intención de asumir la defensa de sus compatriotas con la obra que quería publicar. Para nuestro propósito hemos de internarnos en una problemática histórica; pero a la vez sociológica y filosófica. Y en tanto aspiramos comprender el Facundo dentro de la perspectiva de la historia de las ideas en la Argentina, no ha de resultar infructuoso el intento de situar a Sarmiento en su cuadro generacional y a éste en la cultura de la época.