Analizar y pensar en propuestas didácticas que apunten a enseñar a los alumnos de la escuela primaria a estudiar matemáticas implica una ruptura con respecto a cierta mirada biologicista sobre las matemáticas escolares. Esta mirada supone que solo algunos niños son naturalmente buenos para esta disciplina y que el éxito escolar responde al nivel de inteligencia. En otras palabras, una teoría del “gen” o del “don” matemático (Charlot, 1991). También circula fuertemente en muchas escuelas el supuesto de que los alumnos de clases medias y altas alcanzan un desempeño superior a los alumnos de sectores populares atribuyendo tal discrepancia a los efectos negativos que la insuficiencia alimentaria o una supuesta ausencia de estimulación producirían en las capacidades cognitivas de estos últimos. Nuevamente, algunos alumnos tendrían algo que les faltaría a los otros: un capital cultural dado por la familia y el entorno social del alumno. Desde esta perspectiva, dicho capital cultural ayuda a tener éxito en la escuela y es considerado como una condición previa al ingreso escolar y no como el fruto del tránsito por la escuela. Es decir que los alumnos de ciertos sectores sociales inician la escolaridad sin saber “lo que ya deberían saber” y la escuela no se responsabiliza de enseñarlo.