Las primeras obras las describió el joven Schiller rápido, en loca carrera entre su fogoso impulso genial y la dura realidad. Cuando tras larga interrupción volvió a escribir teatro, cuando produjo año tras año otra obra nueva, a cual más madura, había comenzado otra loca carrera. Su genio llevaba su espíritu con mano segura a la creación, pero en su cuerpo endeble de nacimiento, debilitado por las noches en vela, por las penurias de su juventud, por enfermedades; en ese cuerpo habitaba la muerte y tosía y escupía sangre y pus de los deshechos pulmones que apenas si a veces le daban aún bastante aliento para declamar sus patéticos yambos.