Un día caluroso de febrero de 1974, una maestra de veintidós años coloca la imagen de una canilla goteando agua cristalina en la pared sin revocar de una casita de la ciudad de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Hilario, también muy joven, comparte la mesa junto a otros tres vecinos mayores que él donde trazan las primeras líneas que dibujan la palabra “AGUA”. Mientras comparten los mates, la maestra les pregunta por qué creen ellos que es tan importante tener acceso al agua corriente y por qué piensan que hay algunos vecinos de la ciudad que cuentan con cañerías y otros no. La joven maestra era estudiante universitaria de Trabajo Social en la capital de la provincia. Gracias a sus ingresos por un trabajo en la municipalidad había podido comprarse los primeros libros del pedagogo brasileño Paulo Freire, donde se fundamentaba que el método de alfabetización partía de un “tema generador”, se basaba en el diálogo y promovía la toma de conciencia de los “oprimidos”.