Una mujer ingresa en el espacio escénico. Camina lento hacia el centro portando, cual Medusa, una serie de cabezas. Pronto el público descubre que esas cabezas pertenecen a otros cuerpos que ella sostiene y que, a partir de una sucesión de empujes y de impulsos, empiezan a «volar» por el aire, rebotando sobre su cuerpo, viajando de un hombro a una pierna, de una mano a un pie. Las cabezas parecen ahora pelotas; ella, una malabarista que se esfuerza por evitar su inminente caída.