El libro Sobre la revolución de Hannah Arendt nos interpela no sólo por sus análisis que en la actualidad siguen suscitando controversias sino también por su tentativa de reconsiderar la vigencia del legado revolucionario. Después de la caída del muro de Berlín y de la deflación de las utopías del siglo pasado, parece renovarse tibiamente el interés por la tradición revolucionaria y en este contexto se vuelve más acuciante la cuestión de cuál sería su relevancia en nuestras sociedades. Esta es la inquietud que guía nuestra lectura del libro de Arendt, en la que procuramos esclarecer la concepción política que surge de la experiencia revolucionaria en vistas de reconsiderar los límites y potencialidades de nuestras democracias. En el primer apartado, reconstruimos el análisis que Arendt realiza del pensamiento de Rousseau, como uno de los máximos exponentes de la tradición revolucionaria francesa, trazando afinidades y divergencias entre sus respectivos abordajes políticos. La crítica de la representación y la recuperación de la concepción de la libertad de los antiguos, aproxima las perspectivas de Rousseau y de Arendt. Esto, junto con la exacerbación de la polis griega en sus planteos, ha conducido a muchos intérpretes a considerar que los desarrollos de Arendt debido a cierta grecofilia y apego al ideal griego (Benhabib, 2000: 118; Bernstein, 1991: 255) sólo resultan compatibles con formas de democracia directa que ya son practicables en nuestras sociedades complejas (Habermas, 2000: 214-215). Distanciándonos de estas interpretaciones, esperamos mostrar que a pesar de su reivindicación del sistema de consejos, Arendt no puede meramente subsumirse entre los defensores de la democracia directa. En este sentido, su análisis crítico del papel de la soberanía y de la voluntad para pensar la política, no sólo la distancia de Rousseau sino que al mismo tiempo radicaliza su posición de cara al derrotero de nuestras democracias. En el segundo apartado, retomando el desplazamiento del concepto de voluntad que Arendt lleva a cabo para poner en el centro de lo político a los mecanismos de confrontación y articulación de opiniones, la situamos en discusión con la propuesta de democracia deliberativa de Jürgen Habermas. La crítica arendtiana de la soberanía y su tentativa de institucionalización de la desobediencia civil no sólo permiten poner de manifiesto algunas limitaciones de la posición habermasiana, sino que además brinda elementos para pensar una profundización de la democracia que implica reabrir el debate en torno de nuestra forma de gobierno y sus instituciones imperantes. De esta manera, esperamos mostrar que a partir de la recuperación de Arendt del legado revolucionario es posible reconsiderar la democratización de la política al interior de nuestras sociedades más allá de los límites del modelo de democracia deliberativa de Habermas.