La universidad, desde sus inicios en el alto medioevo, nace como una institución llamada a contemplar, cuestionar y proponer cambios en la realidad social y como todo el espacio convocante al conocimiento fue, es y será un terreno de disputa. Como es lógico pensar, la Universidad ha sido una institución de su tiempo y lugar de existencia, por lo que las vicisitudes históricas fueron dando lugar a propuestas de diferentes modelos de organización universitaria1, cada uno de los modelos de universidad denota prioridades y en base a éstas se observa la relación que dichas instituciones tendrán con el conocimiento, sus actores, la sociedad y con el Estado. Así las cosas, los estudios universitarios se articularon en occidente para colocar a la universidad en la cúspide de cada sistema educativo para que imparta la enseñanza final y definitiva, incorporando la universidad una actividad novedosa a los ya consabidos rumbos que ofrecían la iglesia o las armas, como desarrollo personal; es decir surge el profesional universitario.