El presente trabajo se basa en una investigación en proceso que estoy realizando sobre trayectorias laborales y educativas de jóvenes que han estado privados de la libertad en el marco del Laboratorio de Movimientos Sociales y Condiciones de Vida de la FTS (UNLP), al cual pertenezco como becaria. En el desarrollo del mismo, se encontrará una recopilación teórica de investigaciones, desarrolladas por distintos autores que despliegan su actividad en torno a la construcción social del delito, la selectividad del sistema penal (Rodríguez Alzueta, 2014; Baratta, 2004; Foucault, 2002; Wacquant, 2009), y las marcas que deja las cárceles en las subjetividades y en los cuerpos de las personas privadas de su libertad (Mollo, 2016; Miguez, 2010).
Para comenzar a desarrollar este trabajo es imprescindible expresar algunas cuestiones sobre el aumento de la población carcelaria. Las actuales políticas penales se basan principalmente en la desproporcionalidad entre delito y pena, como también en la persecución de los eslabones más débiles de la cadena delictiva. De esta manera, se priva de su libertad a un número cada vez mayor de personas. La población encarcelada en Argentina ha aumentado en forma sostenida: entre 1996 y 2015, la población detenida en Argentina creció un 189% y en la provincia de Buenos Aires (1996-2016) el aumento es de un 255%.
Tomando un periodo más acotado, en los últimos diez años el crecimiento fue de 34,6 % en Argentina. En Buenos Aires, hubo un incremento del 49% entre el 2006 y el 2016 (datos extraídos del Informe Anual 2017 de la Comisión Provincial por la Memoria).