Más allá, de que Gran Bretaña no formó parte sino hasta 1973 (si bien su intención data de 1961 pero choca con el gaullismo) donde se incorpora junto a Gibraltar a las Comunidades Europeas –CE- (CEE Y EURATOM), predecesoras de la actual UE; su salida del Organismo paradigmático de Integración y Supranacionalidad, hace repensar las predicciones que se formularon en los últimos años, y visualizar al Estado Británico, si bien potencia declinante, ya como potencia independiente. Esto último ha sido un gran anhelo por este Estado, ya que la sumisión a las políticas económicas de la UE, y la sujeción al Tribunal Europeo no le han resultado siempre simpáticas. Además, las exportaciones de Gran Bretaña a la UE, han ido decreciendo, un signo bastante tendencioso para no querer quedarse dentro, y las importaciones han ido en aumento, produciendo una relación deficitaria con la UE.
Hasta la fecha, en las negociaciones de salida no se han logrado más que avances muy puntuales pero no significativos en cuanto a solucionar grandes problemas, salvo el de la posible aislación de la provincia de Irlanda del Norte. La firmeza con que negocia la UE deja entrever la falta de preocupación por el futuro de Gran Bretaña, pero sí por los intereses de los ciudadanos europeos que viven allí, y de las inversiones puestas en el Reino Unido.
Con el Brexit, la UE pierde los aportes del RU, la plaza financiera de Londres, y un mercado de 66 millones de consumidores. Entonces podíamos preguntarnos, cómo sortearía estas pérdidas la UE. Y luego de la reunión del G-20 en Japón en junio de 2019, quizás el Mercosur es la respuesta a parte de estas pérdidas.
Las opciones a las que se enfrenta el Reino Unido tras el Referéndum de junio de 2016, son las de un Brexit duro o uno blando. Hablar de un Brexit blando, o con acuerdo permitía, como primera posibilidad, la de un acuerdo de libre comercio, o como segunda, la de un tratamiento por parte de la UE al Reino Unido similar al de los miembros de la EEA (European Economic Asociation), un tanto más libre comercialmente que un acuerdo de libre comercio. Y como tercera opción, en lo que se ha dado a conocer como un hard Brexit o Brexit duro, implicando un divorcio completo, con libre comercio, al amparo de la PAC, y con las barreras elevadas a niveles de NMF.
Fuera de la UE, el sector agrícola británico, amparado por las PAC, mantenidas por el gobierno hasta 2020 según fue anunciado en 20163, se ve rodeado de incertidumbres, ya que, si bien el aporte del RU a la UE duplica los subsidios recibidos, la posible firma de TLC con países con sectores agrícolas altamente competitivos como Brasil o Argentina, desestabilizaría ese sector británico.