En 1981, la edición de Peperina consolidó la popularidad de Serú Girán y continuó el tono musical de Bicicleta (1980) y La grasa de las capitales (1979). Tanto Charly García como David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro se mostraban “súper conformes” con lo compuesto y grabado, y la crítica especializada remarcaba el avance cada vez más masivo de sus presentaciones en vivo.
Los meses que recorrieron el quinto año de la última dictadura cívico militar (1976-1983) fueron volátiles y cambiantes. En marzo de 1981 el dictador Roberto Viola reemplazó a Jorge Rafael Videla en el cargo “presidencial” de facto e intentó darle un cauce de “normalidad” al régimen. Sin embargo, tras ocho meses de intentos de gestión, una purga interna lo sustituyó por Leopoldo Fortunato Galtieri en diciembre del mismo año (pocos meses antes de la trágica guerra de Malvinas). Entre tanto, la economía del país se encontraba en un retroceso feroz tras la implementación de políticas neoliberales llevadas a cabo por José Alfredo Martínez de Hoz (“José Mercado”, según Serú Girán) y continuadas por Lorenzo Sigaut y Roberto Alemann.
Como señaló el periodista Alfredo Rosso, los comienzos de la década del 80 significaron un hartazgo generalizado con la dictadura y “su maquinaria de discursos, promesas, mesianismos, censuras, represión y demás y que ya el aparato gubernamental se estaba empezando a desgastar, con los comienzos de otra crisis económica, que iba a manifestarse meses más tarde”. En cierto modo, Peperina apuntó a una visión más optimista y expectante sobre el futuro en la década del ochenta.