Recuerdo vívidamente cuando publiqué en una red social un panfleto bastante incendiario (provocador, ¿por qué no?) y muy desprolijo sobre los efectos transformadores de COVID-19 en la mirada de las personas acerca de la importancia de lo estatal, en el valor del Estado y su impacto en la vida (o muerte) de los integrantes de la sociedad civil. Eran los tumultuosos tiempos en que todavía se discutía fervientemente sobre si la cuarentena obligatoria impuesta por las autoridades argentinas para combatir la Pandemia era buena o mala, sobre si el Gobierno estaba o no equivocado, hace exactamente 40 días, así de vertiginoso se volvió todo. En esas líneas traté de expresar lo que me parecía más impresionante y era la velocidad y violencia de los cambios que trae esta situación para todos, como individuos y como sociedad: cómo debemos repensar la forma en que se transitan el amor, el trabajo, el ocio, el saber, el poder, a la luz de esta pandemia y de sus consecuencias posteriores.En aquel momento no lo hice, pero en esta nueva mirada al tema me pareció obligatorio ordenar un poco las ideas y abordar algunos tópicos que sospecho van a formar parte de la agenda del futuro muy cercano.