No podemos negar que en la historia de la teoría política hay un antes y un después de Thomas Hobbes. Y esto es tan irrevocable que aun los que lucharon contra los fundamentos de la monarquía absoluta, no pudieron eludir la fuerza endemoniada de su influjo. Si la Europa continental del siglo xvii estuvo signada por las guerras de religión, la Inglaterra del momento corrió la misma suerte a causa de la dinastía de los Estuardo, incapaz de encauzar las agitadas aguas políticas que dividían a realistas y parlamentaristas. Sin dudarlo, Hobbes sentó firme posición a favor de un soberano absoluto y, al hacerlo, tendió las líneas políticas que el iusnaturalismo de corte liberal ya no podría abandonar. Poco más de cuatro décadas menor, el padre del liberalismo inglés, John Locke, no logró, pese a su pretendida resistencia, apartarse del conjunto de premisas hobbesianas que pasaron sin demasiado análisis al cuerpo de sus ensayos políticos.