Escribo desde Malta, una isla ubicada en el mediterráneo en medio de Europa y África o más claro aún, entre Libia e Italia. Vivo en este país hace tres años. Desde entonces han pasado varios sucesos nacionales relevantes: el asesinato de la periodista Dapne Caruana con un carro bomba, Valletta como capital europea de la cultura, el apuñalamiento mortal a Hugo Chetcuti, uno de los empresarios más rico del país, justo al frente de su emporio, y la renuncia del primer ministro, Joseph Muscat, tras la judicialización de su jefe de gabinete por la muerte de Caruana. Estos hechos mantuvieron a la isla en una conmoción tras otra por un período de tiempo. Hasta ahora fue un lugar dinámico con disputas políticas y sociales comparables con las de cualquier otro país remoto. En estos tiempos, la isla también coincide con el resto del mundo en la extensión de la Pandemia del Covid 19 y en la consigna implícita: cualquiera puede ser sospechoso. Todos podríamos tener el virus, desconfiamos unos de los otros.